Capítulo 1765
Carla sonrió y dijo: “Dejemos que los chicos decidan por sí mismos cuando sea el momento. Si cuando crezcan quieren estar juntos, no nos opondremos. Si no quieren, tampoco los forzaremos a ello“.
Alejandro no dijo nada, ocupado desespinando el pescado para Carla.
No importaba cuántos años pasaran, su cariño por Carla seguía creciendo.
Josef se mostró insatisfecho y dijo: “Mi niña aún es pequeña, no empiecen a hacer planes con ella“.
Su hija era el tesoro y calor de su corazón, su pequeña joya.
Solo de pensar que algún día crecería y otro hombre se la llevaría, a Josef le daban ganas de cortar cabezas.
Rosa contuvo la risa y le sirvió más comida: “Valeriano es tan encantador, seguro que dejará a un montón de chicas enamoradas, y tú quejándote“.
Josef se quedó sin palabras.
La pareja observaba a Valeriano con unas miradas opuestas: uno como suegro que no veía nada bueno, y el otro como suegra cada vez más encantada.g2
Rosmín levantó sus manitas regordetas: “Papi, quiero que Valeri me abrace“.
Al oír eso, a Josef casi se le puso la cara verde: “Alejandro, controla a tu hijo, que no se pase el día lanzando encantos a mi niña“.
Alejandro colocó en el plato de Carla el pescado ya limpio y finalmente comentó con indiferencia: “Mi hijo sabe lo que hace, no va a robarte a tu princesa“.
Susana miraba a los dos pequeños y acarició su vientre suavemente; en unos meses más, su bebé también llegaría a este mundo.
Aunque el proceso de estar embarazada era algo duro, al final valía la pena.
Con menos de tres meses de embarazo, no era recomendable viajar largas distancias. Noé no quería que viniera, pero al final no pudo disuadirla y tuvo que traerla.
Extendió su mano y le masajeó suavemente la cintura: “¿Estás cansada?”
Susana respondió: “No, estoy feliz de estar con todos“.
Noé murmuró: “¡Tonta!”
En la mesa había tres parejas, y solo Azula estaba sola, pero como se conocían tan bien, ella no se sentía incómoda.
Con su propia carrera y amigos cercanos, esa era la vida que Azula siempre había buscado.
No le importaba cuán difíciles fueran los desafíos, lo único importante era disfrutar del presente.
Mientras tanto, la alegría de su grupo contrastaba con la soledad de Mauro, que los escuchaba desde fuera…
Pero él no se sentía desdichado, poder oír la voz de Azula a través de la pared también era una forma de felicidad para él.